Lisboa, la ciudad de las 7 colinas

No, no nos hemos equivocado de foto. Pese a su gran semejanza al Puente de San Francisco, se trata del puente 25 de abril o puente de la libertad que atraviesa el Tajo y que prácticamente se puede divisar desde cualquier lugar elevado de Lisboa. Además justo en la otra orilla podemos divisar la imponente silueta del Cristo Rei mirando la ciudad desde Almada. El Cristo Rey es una copia idéntica a la de Río de Janeiro. Lisboa es una ciudad con un encanto especial que deriva de las siete colinas sobre las que se extiende y de su situación particular junto al río Tajo. Lisboa es una ciudad con un encanto especial que deriva de las siete colinas sobre las que se extiende y de su situación particular junto al río Tajo. Existen dos leyendas sobre el nacimiento de Lisboa: la primera narra que la ciudad fue fundada por Elisah, nieto de Abraham; y la otra afirma que con el nombre de Olios hippon u Olisipona la fundó Ulises.
La necesidad de construir un puente entre Lisboa y la orilla sur del Tajo ya era una precoupación a finales del siglo XIX, aunque hubo que esperar hasta 1966, año en que fue inaugurado este puente. El puente tiene una extensión total de 2,2 km. de los cuales 1,2 km. suspenden sobre el río a 70 metros sobre el nivel del agua. La compañía encargada de la construcción fue la misma que diseñó el Golden Gate Bridge de San Francisco, por eso el gran parecido entre los dos. En la actualidad el puente cuenta con dos niveles: el superior de 6 vías para tráfico automóvil y el inferior, ferroviario, en servicio desde 1999.
Existen dos leyendas sobre el nacimiento de Lisboa: la primera narra que la ciudad fue fundada por Elisah, nieto de Abraham; y la otra afirma que con el nombre de Olios hippon u Olisipona la fundó Ulises.
La ciudad puede ser recorrida a pie si estamos preparados para subir y bajar las calles y callejuelas que surcan los barrios. Si no, siempre es recomendable una vuelta en los típicos tranvías tan característicos de la ciudad. Desde los numerosos miradores estratégicamente situados en lo alto las vistas son siempre encantadoras, abarcando las partes más bajas y extendiéndose hacia el río.
En cada rincón, cada monumento guarda una apasionante historia particular. En Lisboa muchas de estas historias tienen que ver con el mar, con hombres valientes y ambiciosos y reyes conquistadores que hablan de un pasado glorioso. El barrio de Belem, al oeste, guarda fieles testimonios de los tiempos de esplendor de Portugal en la Era de los Descubrimientos. Pero las historias no siempre son color de rosa; el terremoto de 1755 sembró tragedia y destrucción devastando casi completamente la ciudad. Por eso, nada quedó en la Baixa de la vieja Lisboa. La zona fue totalmente reconstruida y los edificios que vemos actualmente datan del siglo XVIII sufragados gracias a las riquezas acumuladas en las épocas doradas. Así Lisboa resurgió y hoy es uno de los principales destinos turísticos de Europa.
La vieja Lisboa puede apreciarse en las sinuosas calles de la Alfama, que recuerda los tiempos en que los moros ocuparon la ciudad, mientras que el Bairro Alto exhibe un ambiente pintoresco y familiar, y el contiguo Chiado es un elegante distrito comercial.
Las afueras de la Lisboa es completamente distinto. Aparece una ciudad moderna, especialmente en la zona del Parque das Naçoes. No obstante pueden encontrarse ciertas "joyas" del pasado que merecen una visita.
¿Por qué el gallo?
El Gallo de Barcelos es el símbolo nacional de Portugal y significa: serenidad, fe, confianza y honor.
Tiempo atrás, los habitantes de la villa de Barcelos (región de Baixo Minho) se sobresaltaron porque en su pueblo, normalmente tranquilo, había ocurrido un crimen y porque pese a los esfuerzos de las autoridades, no habían podido localizar al autor. Un día apareció un forastero en el pueblo y los lugareños no tardaron en sospechar de él. Las autoridades lo acusaron y muy a pesar de sus protestas de inocencia nadie quiso creerle. De poco valió que dijera una y mil veces que era un peregrino de Santiago y que se encaminaba a Compostela a cumplir con su cometido religioso. Pudo más la desconfianza en él y finalmente fue condenado a morir en la horca. Como último deseo antes de ser ejecutado, solicitó ser llevado de nuevo ante el Juez que lo condenó. Se le concedió su solicitud y cuando fue llevado ante éste el funcionario se encontraba en un banquete, compartiendo con los amigos. El pobre condenado declaró una vez más su inocencia y pronunció las siguientes palabras mientras apuntaba con el dedo hacia un plato donde había un gallo asado listo para ser comido: "Mi inocencia es tan cierta que os puedo asegurar que este gallo asado se pondrá de pie en su plato y cantará si soy colgado por el cuello sin ser culpable del crimen de que se me acusa." Todos los presentes se rieron de él. Sin embargo, nadie se atrevió a tocar el platillo donde estaba el gallo asado, mucho menos a comerlo. Así pues, lo que parecía imposible ocurrió. Cuando el peregrino fue colgado, en el momento mismo en que el verdugo lo hacía pender de la cuerda, allá en el palacio, el gallo asado se puso en pie, batió sus alas y empezó a cantar. Ante este portento, nadie dudó un solo instante que se había sentenciado a muerte a un hombre inocente. El Juez se apresuró a detener la ejecución pero al llegar a la plaza el pobre forastero ya pendía de la cuerda. Horrorizado por lo que había hecho el Juez ordenó lo descolgaran y para sorpresa y alegría de todos, y tras toser varias veces el presunto cadáver se puso de pie. Un nudo o torcedura de la cuerda había impedido que ésta se cerrara totalmente sobre la garganta del sentenciado.
El peregrino de Santiago fue puesto en libertad y así pudo marchar a cumplir con su cometido. Algunos años más tarde el peregrino retornó a Barcelos y ordenó construir de su propio dinero un monumento en honor de Santiago y de la Santísima Virgen como testimonio de su agradecimiento.
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